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  • 31/01/2024 0 Comentarios
    El insomnio y su impacto en nuestra salud. Pautas para mejorar el descanso.

    1. Qué es el insomnio y por qué dormimos:

    El insomnio, ese intruso de la noche que desafía el descanso, es más que simplemente la incapacidad de dormir. Es un trastorno del sueño que puede manifestarse de diversas formas, desde dificultades para conciliar el sueño hasta despertares frecuentes durante la noche. Dormir, por otro lado, es un proceso esencial para el bienestar físico y mental. A través de las distintas fases del sueño, nuestro cuerpo se regenera, nuestras células se reparan y nuestras mentes consolidan las experiencias del día.

     


    Entender la conexión íntima entre el insomnio y el acto de dormir es esencial para abordar este desafío común que afecta a millones de personas en todo el mundo. Al explorar los fundamentos del sueño, podemos descubrir cómo las interrupciones en este proceso natural pueden tener consecuencias significativas en nuestra salud.

     


    2. Qué son los ritmos circadianos y su relación con el insomnio:

    Los ritmos circadianos, los relojes biológicos internos que regulan nuestros ciclos de sueño y vigilia, desempeñan un papel crucial en la salud del sueño. Estos ritmos están sintonizados con el ciclo natural de luz y oscuridad del día, dictando cuándo nos sentimos despiertos y cuándo nos sentimos somnolientos. Desajustes en estos ritmos, como el causado por cambios en el horario de sueño o trabajos nocturnos, pueden contribuir al desarrollo del insomnio.

     


    Explorar la relación entre los ritmos circadianos y el insomnio nos permite comprender cómo factores externos, como la exposición a la luz artificial en horas nocturnas, pueden interferir con nuestro reloj biológico interno y desencadenar problemas de sueño.

     


    3. Otras patologías del sueño:

    Aunque el insomnio es prominente, existen otras patologías del sueño que merecen una breve mención. Desde la apnea del sueño hasta el síndrome de piernas inquietas, estas condiciones pueden coexistir o contribuir al insomnio. Reconocer la diversidad de trastornos del sueño destaca la complejidad de este campo y la necesidad de abordajes personalizados para mejorar la calidad del sueño.

     


    4. El insomnio y su relación con la salud física:

    El insomnio no solo roba el sueño, sino que también puede saquear la salud física. Estudios han establecido vínculos entre el insomnio crónico y problemas como enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad. La falta de sueño afecta los niveles de hormonas relacionadas con el apetito y el metabolismo, contribuyendo a desequilibrios que afectan negativamente a la salud física.

     


    Al comprender cómo el insomnio puede desencadenar una cascada de eventos que afectan la salud cardiovascular y metabólica, podemos apreciar la importancia de abordar este trastorno desde una perspectiva holística.

     


    5. El insomnio y su relación con la salud mental:

    La conexión entre el insomnio y la salud mental es innegable. El sueño inadecuado puede contribuir al desarrollo de trastornos mentales como ansiedad y depresión, mientras que estos mismos trastornos pueden a su vez exacerbar el insomnio. Investigaciones revelan cómo la calidad del sueño está intrínsecamente vinculada al bienestar mental, destacando la importancia de abordar el insomnio como parte integral de la salud mental.

     


    Al examinar cómo el insomnio y los trastornos mentales interactúan, podemos avanzar hacia enfoques más efectivos para mejorar tanto el sueño como la salud mental.

     


    6. ¿Qué es la higiene del sueño?:

     


    La higiene del sueño abarca prácticas y hábitos que promueven un sueño saludable y reparador. Desde mantener horarios regulares de sueño hasta crear un ambiente propicio para descansar, la higiene del sueño ofrece un conjunto de herramientas para mejorar la calidad de nuestro tiempo en la cama. La gestión del estrés, la limitación de la cafeína y la creación de rutinas relajantes antes de acostarse son elementos clave de esta disciplina.

     


    Comprender la importancia de la higiene del sueño nos capacita para adoptar medidas proactivas que fomenten un entorno propicio para el descanso.

     


    7. Lista de buenas prácticas para dormir:

     


    Establecer un horario consistente: Ir a la cama y despertarse a la misma hora todos los días ayuda a regular los ritmos circadianos.

     


    Crear un ambiente propicio para dormir: Mantener la habitación oscura, tranquila y a una temperatura confortable mejora las condiciones para conciliar el sueño.

     


    Limitar la exposición a pantallas antes de acostarse: La luz azul de dispositivos electrónicos puede interferir con la producción de melatonina, la hormona del sueño.

     


    Practicar la relajación antes de acostarse: Técnicas como la meditación o respiración profunda pueden calmar la mente y preparar el cuerpo para dormir.

     


    Evitar comidas pesadas y cafeína antes de dormir: Estos pueden interferir con la calidad del sueño.

     


    Hacer ejercicio regularmente: La actividad física contribuye a un sueño más profundo, pero evita el ejercicio intenso justo antes de acostarte.

     


    Gestionar el estrés: Adoptar prácticas de gestión del estrés, como la escritura o el yoga, puede ayudar a reducir la ansiedad que puede interferir con el sueño.

     


    Consultar a un profesional: Si el insomnio persiste, buscar la orientación de un profesional de la salud puede ser crucial para abordar las causas subyacentes.

     


    Conclusión:

    En resumen, comprender los mecanismos del sueño, los ritmos circadianos y abordar el insomnio desde una perspectiva científica son pasos fundamentales hacia un descanso saludable. La implementación de prácticas de higiene del sueño respaldadas por la investigación ofrece herramientas tangibles para mejorar la calidad del sueño. Al seguir un horario consistente, crear un ambiente propicio y adoptar hábitos que promuevan la relajación, podemos influir positivamente en nuestra capacidad para conciliar y mantener el sueño. La ciencia del sueño nos brinda estrategias concretas para transformar noches inquietas en períodos de descanso reparador y beneficio para la salud general.

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  • 26/01/2024 - Cristian Mantilla 0 Comentarios
    ¿Qué significa ser asertivo? La asertividad: un estilo de comunicación y su relación con una sana autoestima.

    ¿Qué es la asertividad?

    La asertividad constituye un estilo de comunicación, es un concepto vinculado a las habilidades sociales. Este término se sitúa muy cerca de la autoestima, se trata de una habilidad estrechamente ligada al respeto y al cariño por uno mismo, teniendo también en cuenta los derechos y necesidades de los demás.

    Para hacerse respetar hace falta estar seguro de uno mismo y ser capaz de autoafirmarse, de responder correctamente a los demás.
    Que nuestras interacciones sociales nos resulten satisfactorias depende en parte de que nos sintamos valorados y respetados y esto no recáe únicamente en nuestro interlocutor, también es necesario que nostros dispongamos de una serie de habilidades para responder correctamente y una serie de convicciones o esquemas mentales sanos que nos hagan sentirnos bien con nosotros mismos y que nos permitan, cuando esto sea necesario, confrontar a los demás, defender lo que consideramos justo y expresar nuestro punto de vista y nuestras necesidades sin vulnerar los derechos de los demás o caer en la intransigencia o en las faltas de respeto.

    Cuando no hay asertividad

    La falta de asertividad se expresa mediante dos extremos de un mismo polo, en un extremo se sitúan las personas pasivas, aquellas consideras tímidas, pudorosoas, prestas a sentirse pisadas y no respetadas, estas personas suelen convivir con un sentimiento de culpa irracional y están en conflicto consigo mismos, porque censuran sus necesidades en beneficio de los demás; en el otro extremo de ese polo se sitúan las personas agresivas, que pisotean y explotan a los demás, constantemente viven en conflicto con el otro, no tienen con cuenta las necesidades de los demás, viven a la defensiva y en ocasiones instalados en la paranoia.
    La falta de asertividad, tanto si se trata de un perfil pasivo o agresivo, no conduce a una autoestima adecuada, y a menudo existe de fondo la necesidad imperiosa de ser valorado por los demás.

    El virtuoso punto medio

    La asertividad se puede entender como un camino hacia la autoestima, hacia la capacidad de relacionarse con los demás de igual a igual, no estando ni por encima ni por debajo. Sólo quien posee una adecuada autoestima, quien se aprecia y valora a sí mismo, podrá relacionarse con los demás en el mismo plano, reconociendo a los que son mejores en alguna habilidad, pero no sintiéndose inferior ni superior a otros.

    Ser asertivo implica cambiar la competición o la submisión por la colaboración, la negociación y el entendimiento.

    Falta de asertividad ¿es un motivo de consulta común?

    Es poco frecuente que una persona acuda a la consulta de un psicólogo aquejada de sufrir un problema de falta de asertividad, en lugar de esto suelen referir problemas de ansiedad, timidez, culpabilidad, discusiones frecuentes, mal funcionamiento en la pareja, conflictos en el trabajo o problemas similares. A menudo una evaluación por parte del profesional pone de relieve un déficit de habilidades sociales, expresado en conductas poco asertivas, ya sea porque la persona se sitúa en el polo de la pasividad, de la agresividad, o porque fluctúa entre ambos extremos.

    Radiografía de los tres perfiles: pasivo / asertivo / agresivo

    A continuación se hablará de la persona pasiva, de la persona agresiva y de la persona asertiva, pero conviene tener presente que nadie es puramente agresivo o pasivo, ni si quiera totalmente asertivo.
    Las personas tenemos una tendencia general hacia alguno de estos estilos, que puede ser más o menos acentuada, pero no existen “tipos puros”. De igual modo, podemos exhibir algunas de estas tendencias en una determinada área vital pero no en otras.
    Por ejemplo, una persona puede tener problemas en el trabajo o en la pareja, siendo demasiado sumiso o teniendo conductas explotadoras y egocentradas, mientras que en otras áreas puede reaccionar de forma completamente diferente, teniendo preservada la interacción con los amigos, con los vecinos o con los familiares.

     

    El perfil pasivo
    La persona pasiva no defiende los derechos e intereses personales. Respeta a los demás, pero no se respeta a sí mismo.
    Se caracterizan por un comportamiento social marcado por un volumen de voz bajo, el habla es poco fluida, pudiendo bloquearse o tartamudear. Rechazan el contacto ocular, agachan la mirada, la postura corporal es tensa, muestran inseguridad en cuanto a saber qué hacer y/o qué decir, a menudo pide consejo para tomar decisiones y frecuentemente se queja de otras personas porque no se sienten comprendidos o porque los demás se aprovechan de uno.
    En algunas ocasiones viven tan centrados en lo que quieren los demás y en contentarlos que han olvidado lo que a ellos les gusta y no saben muy bien qué hacer con su tiempo.
    El patrón de pensamiento es de personas “sacrificadas” que procuran en todo momento evitar molestar u ofender a los demás, sienten una profunda necesidad de ser queridos y apreciados por todo el mundo y suelen sentirse incomprendidos, manipulados o no tenidos en cuenta.
    Las emociones que suelen sentir son impotencia, culpa (por cosas que no deberían sentirla), ansiedad (en contextos sociales) y frustración. Tienen mucha energía mental pero no se exterioriza físicamente, pueden sentir rabia pero no la manifiestan y a veces no lo reconocen ni a sí mismos. Sentir rabia (que es una emoción perfectamente legítima) les genera culpa.
    Este patrón de comportamiento suele conllevar pérdida de autoestima y en ocasiones, paradójicamente, conlleva la pérdida del aprecio de las demás personas (que tanto necesitan y que constantemente buscan).
    Los comportamientos pasivos hacen que las demás personas se sientan culpables o superiores pues, dependiendo de cómo sea el otro, uno puede tener la constante sensación de estar en deuda con la persona pasiva o puede sentirse superior a ella y con capacidad de aprovecharse.
    También son habituales los problemas somáticos (gastritis, contracturas, dolores de cabeza, problemas cutáneos...) pues la gran tensión psíquica que padecen al negarse a sí mismos se acaba expresando en el cuerpo.

    En algunos las personas con una tendencia pasiva tienen estallidos desmesurados de agresividad, situándose en el otro polo. Estos estallidos pueden ser muy descontrolados y son el resultado de la acumulación de tensiones y hostilidad que acaban desbordándose.


    Aunque los datos a este respecto aún son controvertidos, muchas personas que padecen fibromialgia manifiestan esta forma de relacionarse con los demás y esta tendencia a censurarse a uno mismo, por lo que podría haber algún tipo de relación (que en ningún caso es de causa - efecto).


    El perfil agresivo
    Defiende en exceso los derechos e intereses personales, sin tener en cuenta los de los demás: a veces no los tiene realmente en cuenta y otras carece de habilidades para afrontar ciertas situaciones.
    En su comportamiento manifiesto observamos un tono de voz elevado, en ocasiones el habla es poco fluida por ser precipitada, habla de forma tajante, interrumpe, puede insultar y/o amenazar. Tiene tendencia al contraataque.
    El contacto ocular es desafiante, su rostro expresa tensión e invade el espacio personal del otro con su postura corporal.
    En el plano del pensamiento creen que si no se comportan de esta forma son excesivamente vulnerables, sitúan todo en términos de ganar-perder y pueden albergar ideas del tipo “hay gente mala y vil que merece ser castigada” o “es horrible que las cosas no salgan como a mí me gustaría que saliesen”.
    Suelen sentir una ansiedad creciente y su comportamiento les lleva a la soledad y a sentirse incomprendidos. Pueden sentirse frustrados y culpables, aunque raras veces expresan esta culpa. La autoestima es baja, de ahí esa constante beligerancia (es una defensa).

    Se sienten muy honestos y transparentes porque expresan lo que sienten, pero al hacerlo desde la rabia, la impulsividad y la falta de tacto suelen herir a los otros.
    Las consecuencias de este tipo de comportamiento es que estas personas generalmente provocan el rechazo o huida por parte de los demás. Por otro lado entran en un círculo vicioso, al forzar a los demás a ser cada vez más hostiles, por lo que ellos refuerzan esta agresividad para defenderse de la hostilidad que ellos mismos han provocado.

    Pasivo-agresivo
    El estilo pasivo-agresivo, mezcla de los dos anteriores, es aquel en que la persona aparentemente pasiva alberga en su interior mucho resentimiento. Al no disponer de las habilidades para expresar este malestar de forma adecuada, estas personas utilizan métodos sutiles e indirectos como la ironía, el sabotaje, castigar con el silencio, el sarcasmo o las indirectas, intentando que la otra persona se sienta mal pero sin exponerse ellos de forma evidente como los responsables.

     

    La persona asertiva
    Son asertivas aquellas personas que conocen sus propios derechos y los defienden, respetando a los demás, es decir, no van a “ganar”, sino a “llegar a un acuerdo”.
    En su comportamiento externo el habla es fluida, se muestran seguros, con contacto ocular directo pero sin desafiar, el tono es relajado, la postura es cómoda.
    Expresan sus sentimientos, tanto positivos como negativos, defendiéndose sin agredir, de forma honesta, pudiendo hablar de sus gustos o intereses, pudiendo discrepar o pedir aclaraciones, pudiendo reconocer errores y sin necesidad de que el otro les dé la razón (de hecho ¿qué significa eso de tener la razón?).
    En cuanto a su patrón de pensamiento, conocen y creen en unos derechos para sí y para los demás.
    Sus esquemas mentales son en su mayoría racionales, esto significa que no se dejan dominar por creencias irracionales propias de otros estilos de comunicación como por ejemplo la idea según la cual “debo ser aceptado y amado por todos” o “es horrible que las cosas no salgan como yo quiero”.
    Su autoestima es sana, sienten que controlan sus emociones, no se sienten inferiores ni superiores a los demás, tienen relaciones satisfactorias con los otros y se respetan a sí mismos.
    Esta forma de sentirse y de expresarse, de respetarse y de respetar a los demás, conlleva que saben defenderse de los ataques de los demás, sin utilizar esa misma hostilidad.
    Pueden resolver malentendidos y otras situaciones parecidas y la gente con la que tratan se sienten respetados y valorados, por lo que estas personas suelen ser consideradas “buenas personas” pero no “tontos”.

    Una reflexión final
    La asertividad es una habilidad social y como tal puede entrenarse, nadie nace asertivo y nadie está condenado a ser toda la vida una persona “torpe” o poco hábil, reaccionando siempre con hostilidad o con inhibición. Como toda habilidad, la persona que quiera desarrollar un estilo asertivo requiere practicar para mejorar.


    Referencias:
    Castanyer, O.. (2003). La asertividad: expresión de una sana autoestima. Bilbao: Descleé de Brouwer

     

     

     

     

     

     

     

     

     

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  • 25/01/2024 - Cristian Mantilla 0 Comentarios
    EMDR, una aproximación para abordar el trauma psicológico

    El EMDR (desensibilización y el reprocesamiento a través de movimientos oculares)
    es un protocolo de tratamiento altamente estructurado y muy eficaz para el
    tratamiento del trauma, especialmente útil para el trastorno de estrés postraumático
    (TEPT).

    ¿Qué es un trauma psicológico?
    Hablar de trauma es hablar de estrés. Generalmente asociamos la palabra estrés con
    un estilo de vida ajetreado, con esa sensación que todos hemos experimentado alguna
    vez de que no llegamos a todo, en esos momentos uno puede decir “estoy estresado”.
    Es como si fueras a desbordarte.

    Estrés es un término que tiene su origen en la física, es un concepto que nos habla de la presión que puede soportar un material antes de deformarse o romperse. Esto, aplicado a la mente, nos viene a señalar que nuestra mente puede soportar una cierta cantidad de presión antes de verse perjudicada. Cuando algo supera nuestra capacidad de resistencia empezamos a notar el malestar en forma de síntomas, nos vemos superados por la situación.
    Un trauma es un evento vital que, por su elevada carga emocional, supera esta capacidad de resistencia y deja una huella profunda en la memoria.

    Cuando pasamos por una situación así nuestro sistema nervioso, que es el encargado de procesar la información, se ve saturado por la sobrecarga y no puede trabajar de forma eficiente. No es capaz de “digerir” la experiencia.

    Traumas T y traumas t
    Cuando pensamos en una situación traumática a menudo pensamos en una catástrofe
    natural como un huracán o un terremoto, en un atentado terrorista, en un secuestro, un
    atraco o en cualquier otra situación parecida, de extremo peligro y potencialmente mortal.
    Este tipo de experiencias son las que llamamos “trauma con T mayúscula” y son situaciones que por la alta carga emotiva que conllevan pueden sobrepasar la capacidad de nuestro sistema adaptativo de la información y generar un cuadro clínico conocido como trastorno de estrés postraumático (TEPT).
    Hay otro tipo de experiencias que también son potencialmente traumáticas, nos referimos a esas heridas emocionales tales como situaciones de humillación, desprecio, fracaso, abandono, pérdida, marginación, etc. Estas situaciones son las que pueden dar lugar a un “trauma con t minúscula”.

    Estos eventos son más comunes y no son potencialmente mortales si bien pueden infligir una herida emocional profunda, sobre todo cuando se padecen en las primeras etapas de la vida, un momento especialmente vulnerable en el que nuestro sistema nervioso es mucho más sensible a las impresiones externas.

    A veces la persona que pasa por estas situaciones puede no ser plenamente consciente
    de haber vivido estas experiencias debido a un fenómeno disociativo por el cual la
    mente oculta la experiencia a la conciencia. De hecho, hay personas que reconocen
    tener en blanco épocas enteras de su vida.
    Cuando ocurre esto es habitual que la persona reaccione con un llanto intenso, con una rabia desproporcionada, que no pueda confiar en los demás, que arrastre un sentimiento de culpa generalizado o que sienta que debe estar constantemente en alerta y que no sepa por qué le ocurre esto. Esto genera mucha indefensión y a menudo lleva a las personas a creer que algo funciona mal en su mente o les hace tener un sentimiento de inadecuación, de que hay algo dentro de ellos que no está bien.

    La estimulación bilateral
    Cuando nuestra mente queda fuertemente impactada por situaciones extremadamente
    dolorosas a veces no puede procesar correctamente lo que ha ocurrido, nuestro sistema de procesamiento adaptativo se ve bloqueado, un núcleo cerebral llamado amígdala “secuestra” nuestro cerebro y la experiencia se guarda en la red de memoria “no declarativa” o “implícita”.
    En otras palabras, nuestra mente estaba tan sobrepasada que no hemos podido hacer una adecuada digestión mental y hemos guardado la información en el almacén equivocado.
    Las técnicas de estimulación bilateral son un conjunto de procedimientos de los que
    se vale el EMDR para acceder a las redes de memoria y así poder reelaborar la experiencia, separando el recuerdo del evento de la carga emotiva que lo acompaña y permitiendo así la metabolización del recuerdo.
    Cuando ocurre esto, es el hipocampo el que se pone en funcionamiento, una estructura cerebral muy importante en el papel de la memoria, y este hipocampo guarda la información de lo que ocurrió en la “memoria declarativa” o “memoria episódica”.
    Dicho de otro modo, mediante un proceso llamado atención dual permitimos a nuestra
    mente situarse simultáneamente en el presente y en el pasado, de manera que nuestro sistema de procesamiento adaptativo de la información puede digerir la experiencia y situar el recuerdo en el almacén adecuado.
    Cuando esto ocurre la persona refiere un sentimiento de liberación, el recuerdo permanece pero la carga emotiva ya no le acompaña, el pasado deja de condicionar el presente y generalmente este procesamiento se acompaña de un aprendizaje valioso que en psicología llamamos “crecimiento postraumático”.

    Referencias bibliográficas:
    Shapiro, F., & Forrest, M. S. (2009). EMDR: Una terapia revolucionaria para superar la ansiedad, el estrés y los traumas (Tra ed.). Nirvana Libros, S.A. de C.V

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  • 23/01/2024 - Maribel Martín Sánchez 0 Comentarios
    ¿Cómo diferenciar el TDAH de otros posibles trastornos o enfermedades?

    Quizás hayas visto u oído alguna vez las siglas TDAH, pero ¿sabes en qué consiste el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad? El TDAH es un trastorno de carácter neurobiológico que se suele originar en la infancia, pudiendo estar presente también en la adolescencia o en la vida adulta. Según el actual Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), se encuadra como un Trastorno del Neurodesarrollo. Sus síntomas nucleares son: déficit de atención, hiperactividad e/o impulsividad.


    Generalmente, las personas que presentan TDAH pueden tener las siguientes características a nivel cognitivo o conductual: dificultad de concentración y perseverancia, problemas para planificar u organizar tareas, complicaciones a la hora de poner en marcha su autocontrol (inhibir pensamientos o actos), déficit en la memoria operativa, dificultad para identificar/reconocer emociones o problemas con la interacción social.

     

    Hay que tener en cuenta diferentes variables a la hora de diagnosticar a un niño/a de TDAH, pues rápidamente tendemos a poner la etiqueta cuando vemos a un/a peque que es inquieto/a o inatento/a, pero tenemos que recordar que es un trastorno crónico, que consiste en una alteración estructural, funcional y de conectividad entre diferentes zonas cerebrales. Así, se requiere la elaboración de una historia clínica pormenorizada, integrando diversas fuentes de información y teniendo en cuenta los criterios diagnósticos del DSM actual (DSM-5). De esta forma, el diagnóstico precisa la persistencia de los síntomas de inatención y/o hiperactividad/impulsividad con una intensidad que interfiere, significativamente, en el funcionamiento del niño/a en al menos dos contextos distintos.


    En relación a lo anterior, cada caso ha de evaluarse de manera individualizada, explorando, además, la presencia de comorbilidad con otros trastornos y posible diagnóstico diferencial, ya que los síntomas nucleares pueden estar presentes en otras patologías. En este sentido, dichos síntomas pueden ser secundarios a otros trastornos, comórbidos o ambas situaciones a la vez. Vamos a verlo con más detalle, a continuación.

     

    Diagnóstico diferencial: cuando los síntomas nucleares del TDAH son secundarios a otros trastornos o enfermedades.

    Síntomas del TDAH secundarios a factores ambientales:
    - Situaciones o contextos ambientales de carácter estresante.
    - Cuidadores inconsistentes.
    - Situaciones de negligencia y/o abuso y/o maltrato infantil.
    - Mala higiene del sueño.
    - Malnutrición.

    Síntomas del TDAH secundarios a otras enfermedades:
    - Déficits sensoriales significativos.
    - Efecto adverso de fármacos (broncodilatadores, antiepilépticos).
    - Alteraciones en la función tiroidea, tanto en el sentido hipo como hiper.
    - Intoxicación por plomo.
    - Procesos infecciosos como las encefalitis o las meningitis.
    - Anemia por déficit de hierro.
    - Algunos tipos de neoplasias.

     

    ¿Con qué patologías tiene comorbilidad el TDAH?

    Aproximadamente la mitad de los pacientes diagnosticados de TDAH presenta, al menos, un trastorno comórbido. Por ello, hay que tener en cuenta, a la hora del diagnóstico, las posibles comorbilidades, ya que la presencia de otros trastornos (añadidos al diagnóstico de TDAH) puede influir en la presentación clínica inicial, la evolución de la sintomatología y la respuesta a la intervención.

    Comorbilidad con los trastornos del neurodesarrollo: ante un diagnóstico de TDAH se debe explorar la presencia de otros trastornos del neurodesarrollo y viceversa.

    Trastornos del desarrollo intelectual: se estima que la aparición de síntomas del TDAH en personas con discapacidad intelectual es superior a las tasas obtenidas en la población general.

    Trastornos de la comunicación: en diferentes estudios se describe una fuerte comorbilidad entre el trastorno de la comunicación social o pragmático con otros trastornos, como puede ser el TDAH.

    Trastornos del espectro autista (TEA): la edición más reciente del DSM (DSM-5) permite que una persona sea diagnosticada con ambos trastornos, TEA y TDAH, cuando antes no era posible. Ambos comparten algunos síntomas y parecen compartir un mismo deterioro; presentan alteraciones de la función ejecutiva, aunque con matices distintos. Por ejemplo, los niños con TDAH experimentan déficits en el control inhibitorio mientras que los niños con TEA tienen problemas graves en la flexibilidad cognitiva y en la planificación, conservando, por lo general, las habilidades de inhibición.

    Trastornos específicos del aprendizaje: su comorbilidad con el TDAH se sitúa en torno al 20%. Las dificultades académicas como consecuencia de los problemas en la integración de conocimientos es una de las características más claramente asociadas al TDAH. Sin embargo, el TDAH y los trastornos de aprendizaje son entidades distintas que se pueden dar simultáneamente, distinguiéndose entre sí. Por ejemplo, los niños con TDAH suelen ser más variables en su rendimiento, ya que éste suele depender de las condiciones ambientales.

    Trastornos motores: más de un 30% de pacientes con diagnóstico de TDAH presentan con frecuencia movimientos rígidos o problemas en la coordinación motora. Es significativo el número de niños/as con TDAH que tienen caídas o tropezones frecuentes como consecuencia de sus deficiencias en la motricidad gruesa.

    Comorbilidad con otros trastornos:
    Trastornos del comportamiento perturbador: con una comorbilidad del 40%. Los tipos de trastornos que nos encontramos son los de carácter negativista, el desafiante o el agresivo.

    Trastornos de ansiedad: con un 25% de comorbilidad. Los síntomas más comunes son la preocupación excesiva por la competencia en determinadas áreas, el miedo irreal por acontecimientos futuros o la necesidad en exceso de asegurarse.

    Trastornos del estado de ánimo: con una comorbilidad del 30%. El trastorno depresivo mayor es mas prevalente entre los niños/as con TDAH que en la población general. Aparecen sentimientos de minusvalía, incapacidad o baja autoestima, así como un ánimo decaído o alteraciones del sueño y la alimentación.

    Trastornos por abuso de sustancias: uno de los trastornos comórbidos que aparece con más frecuencia en adultos diagnosticados de TDAH es el Trastorno por abuso de sustancias. Aproximadamente, el 20-30% de pacientes con este último trastorno presentan un TDAH.

     

    Las dos situaciones anteriores a la vez: cuando los síntomas del TDAH pueden ser secundarios o comórbidos.

     

    En las siguientes patologías, la sintomatología del TDAH se puede dar de manera secundaria, o bien, también puede presentarse de forma comórbida. Esto puede aumentar la dificultad del diagnóstico, llegando, en ocasiones, a diagnosticar doblemente para un correcto tratamiento de ambas problemáticas.

    - Traumatismo craneoencefálico.
    - Daño cerebral adquirido.
    - Epilepsia.
    - Trastornos del sueño.
    - Síndrome alcohólico fetal.
    - Síndromes genéticos: X-frágil, Prader-Willi, Klinefelter, etc.

    En definitiva, el TDAH va más allá de un niño/a que se porta mal, que no escucha o que es muy nervioso/a; o de una persona que no presta atención o tiene dificultades para planificar y organizar. Como decía, para llevar a cabo un diagnostico adecuado, es necesario elaborar una historia clínica de manera meticulosa, teniendo en cuenta diferentes fuentes de información, valorando la naturaleza de la sintomatología que se nos presenta, así como el grado de repercusión en los diferentes contextos del individuo que estamos evaluando. Así, en la línea de todo lo expuesto anteriormente, tampoco podemos dejar de lado el diagnóstico diferencial y la exploración de otros posibles trastornos o enfermedades comórbidas.

     

    Referencias bibliográficas

    American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Fifth Edition (Washington, DC: American Psychiatric Association).

    Bastardas Sardans, J., Ortiz Guerra, J. J., Sánchez Gistau, V. y Sabaté Chueca, J. (2015). Diagnóstico del TDAH. Revista Española de Pediatría, 71(2), 69-74.

    Fernandes, S. M., Vázquez-Justo, E. y Piñón Blanco, A. (2017). TDAH y TEA (transtornos del espectro del autismo): Comorbilidad y Diagnóstico Diferencial. Lex Localis, 103-111.

    González Blanco, M., Rivas Torres, R. M. y López Gómez, S. (2015). Trastorno de la comunicación social (pragmático): ¿síndrome o síntoma? Revista De Estudios E Investigación En Psicología Y Educación, Extr.(9), 12-14.

    Mas Pérez, C. (2009). Diagnóstico diferencial en el TDAH. Psicología Educativa, 15(2), 77-85.

    Miranda-Casas, A., Baixauli-Fortea, I., Colomer-Diago, C. y Roselló-Miranda, B. (2013). Autismo y trastorno por déficit de atención/hiperactividad: convergencias y divergencias en el funcionamento ejecutivo y la teoría de la mente. Revista de Neurología, 57(1), 177-184.

    Morais Nogueira, M. (2014). Instrumentos de evaluación y diagnóstico del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en adultos: Clínica y estudio de la comorbilidad con los trastornos por uso de sustancias (TUS) [Tesis de Doctorado, Universidad Autónoma de Barcelona]. https://www.tdx.cat/handle/10803/145395#page=1

    Reiersen, A. M. y Todd, R. D. (2011). Attention-deficit/hyperactivity disorder (adhd). In Amaral, D. G., Dawson, G. & Geschwind, D. H. (eds). Autism spectrum disorders (New York: Oxford University Press), 304-314.

    Ortega-Bernardo, M. C. y Flórez-Beledo, J. (2020). Tratamiento de las alteraciones de conducta secundarias a trastornos mentales comórbidos en la discapacidad intelectual. Elsevier, 27(2), 61-67.

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  • 19/01/2024 - Maribel Martín Sánchez 0 Comentarios
    Sé cuando llevar a mi hijo/a al médico, pero ¿cuándo he de llevarle al psicólogo?

    La crianza de los hijos supone un trabajo a tiempo completo, veinticuatro horas al día. Las preocupaciones de los papás están presentes de manera rutinaria: “¿Lo estaré haciendo bien?”, “¿Cuál será la mejor forma de afrontar esto?”, “¿Y si aquello que pienso no es así?”, etc.

     


    Estas preocupaciones aumentan o generan más malestar cuando nuestro hijo/a se pone enfermo. Cuando se trata de un resfriado o una gripe, basta con llevarle al médico y seguir las pautas que éste proporciona, pero… ¿qué pasa cuando la dolencia de nuestro hijo/a es a nivel psicológico?

     


    Para un desarrollo adecuado de nuestro hijo/a, es necesario estar atentos y tener en cuenta que los problemas psicológicos o trastornos mentales en edades tempranas también pueden aparecer. En estos casos, un tratamiento eficaz va a condicionar positivamente el futuro del niño/a. Sin embargo, si se deja pasar y no se trata de forma adecuada, las consecuencias pueden ser negativas y la sintomatología puede agravarse con el paso del tiempo.

     


    Trastornos que se pueden desarrollar en la infancia o la adolescencia.

     


    Un niño/a o adolescente puede desarrollar diferentes trastornos mentales o trastornos de origen psicológico. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su última versión (DSM-5) podemos encontrar:

     


    Trastornos del desarrollo neurológico:
    - Discapacidad intelectual.

    - Trastornos de la comunicación (del lenguaje, fonológico, tartamudeo).
    - Trastorno del espectro autista.
    - Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
    - Trastorno específico del aprendizaje (en lectura, en expresión escrita o en cálculo).
    - Trastornos motores (trastornos de tics: síndrome Tourette, trastorno de tics motores o vocales crónicos, trastorno de tics transitorios).
    - Trastornos de la excreción (enuresis o encopresis).
    - Trastornos destructivos, del control de los impulsos y de la conducta (trastorno negativista desafiante, trastorno explosivo intermitente, trastorno de la conducta).
    - Trastornos de la ingestión y de la conducta alimentaria de la infancia.También existen otros trastornos que pueden desarrollarse a esas edades, como pueden ser: trastorno bipolar, trastornos del estado de ánimo, trastorno de estrés postraumático o esquizofrenia.

     

     


    ¿Cuándo llevar a tu hijo/a al psicólogo? Síntomas a tener en cuenta.

     


    Los niños/as atraviesan diferentes fases críticas a lo largo de su desarrollo y, por tanto, hay cierta sintomatología que se puede catalogar como “normal” para un pequeño de 3 años, pero que deja de serlo para uno de 5 años. Por ejemplo, entre los 2-3 años muchos niños/as viven una etapa de negativismo y responden con rabietas cuando no satisfacen sus deseos. Sin embargo, con unas pautas adecuadas y paciencia, esta fase se supera sin mayor complicación.

    Existen una serie de indicadores o síntomas que no se deben dejar pasar y que pueden presentar los niños con un trastorno psicológico. A continuación, aparecen algunos de ellos:

     


    Dificultad para conciliar el sueño.
    Pesadillas frecuentes o terrores nocturnos.
    Somnolencia excesiva.
    Retrasos en el desarrollo del habla o el lenguaje.
    Retrasos en el control de esfínteres.
    Problemas de conducta (ira excesiva, rabietas, desobediencia, conductas agresivas verbal o físicas, tics, miedos, obsesiones…).
    Retraimiento o dificultades en las relaciones sociales.
    Desinterés por actividades con las que antes disfrutaba.
    Episodios de tristeza o llanto la mayor parte del tiempo.
    Cambios en el apetito y en el estado de ánimo.
    Irritabilidad frecuente.
    Bajo rendimiento escolar.
    Inatención, hiperactividad o impulsividad.
    Cambio repentino de actitud.
    Problemas o dolores físicos sin causa médica: dolores estomacales, de cabeza, eczemas…
    Dificultades en casa o en el colegio.

     

    Estos síntomas podrían indicar que el niño/a padece algún trastorno o, al menos, son indicadores de que algo no va bien y sería indicado consultar a un especialista para salir de dudas.

     


    No siempre hay que esperar a que el problema aparezca.

     


    Es importante tener en cuenta que no es necesario esperar a que aparezca el problema para acudir al psicólogo. En ocasiones, es conveniente solicitar ayuda por parte del profesional cuando, por ejemplo, sabemos que el niño/a va a tener que adaptarse a ciertas situaciones que lo puedan desestabilizar (abordaje preventivo) o ya se está enfrentando a ellas. A lo largo de la infancia pueden ocurrir una serie de acontecimientos vitales como la separación de los padres, un cambio de domicilio o la muerte de un ser querido, que pueden dar pie a llevar a nuestro hijo/a al psicólogo.

     

    Otro ejemplo podría ser cuando, por parte de los papás, se quieren aprender nuevas pautas de crianza para afrontar ciertas situaciones. De este modo, es interesante conocer que hay cuatro estilos de crianza: estilo autoritario, estilo permisivo, estilo negligente y estilo democrático. Así, dependiendo del estilo de crianza que apliques con tu hijo/a, éste se desarrollará de una forma u otra hasta alcanzar la adultez.

     


    En la línea de esto último, por ejemplo, un niño/a con unos padres autoritarios se suele caracterizar por una mayor dependencia, sumisión, inadaptación social, inseguridad, baja autoestima, etc. O, por el contrario, cuando el estilo de crianza es permisivo, los niños/as suelen tener un peor rendimiento académico, más probabilidad de consumo de drogas y alcohol en el futuro, mayor riesgo de conducta agresiva, menos autocontrol, etc.

     


    De esta forma, cuando el niño/a alcance la edad adulta, puede llegar a ser de una forma u otra, en gran parte, por la influencia de la crianza que sus padres ejercieron en su infancia o adolescencia sobre él/ella. Eso sí, es necesario saber que los estilos de crianza se pueden modificar y adaptar; así conseguiríamos un buen desarrollo cognitivo y emocional del niño/a, convirtiéndose, a su vez, en una persona adulta más sana mentalmente y feliz.

     

    Referencias bibliográficas

    APA (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Editorial Panamericana.

    Cantón Duarte, J., Cortés Arboleda, M. R. y Cantón Cortés, D. (2011). Desarrollo socioafectivo y de la personalidad. Alianza Editorial.

     

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  • 16/01/2024 0 Comentarios
    ¿Qué es la resiliencia? Estrategias para promoverla

    La resiliencia es un término que ha ganado popularidad en los últimos años, pero ¿realmente entendemos su significado? En términos coloquiales, la resiliencia se refiere a la capacidad de superar adversidades, adaptarse a situaciones difíciles y salir fortalecido de ellas. Es como ese bambú que se dobla con el viento pero no se quiebra. Para entenderlo mejor, pensemos en situaciones cotidianas que todos hemos experimentado.

     

    Imagina a alguien que pierde su trabajo de manera inesperada. En lugar de dejarse abrumar por el desánimo, esta persona utiliza esa experiencia como una oportunidad para reinventarse, aprender nuevas habilidades y finalmente encontrar un camino más satisfactorio. Esto es resiliencia en acción.

     

    La resiliencia no solo está relacionada con eventos externos, sino también con nuestra capacidad interna para manejar el estrés y la presión. Aquí es donde entran en juego los trastornos mentales. La ansiedad, la depresión y otros problemas psicológicos a menudo pueden poner a prueba nuestra resiliencia. Uno de los términos más comunes asociados con la falta de resiliencia es la "procrastinación", ese hábito de postergar tareas importantes que puede convertirse en un círculo vicioso afectando nuestra productividad y bienestar.

     

    Entender el concepto de resiliencia implica explorar nuestra propia mente y entender cómo enfrentamos los desafíos. Es en este punto donde surge la noción de "Mindset" o mentalidad. ¿Cómo percibimos el mundo? ¿Creemos que tenemos el poder de cambiar nuestras circunstancias? La resiliencia y el Mindset están intrínsecamente ligados. Si creemos en nuestra capacidad de elegir nuestro propio destino, perseguir nuestras metas y cambiar nuestros hábitos, estamos cultivando la resiliencia de manera activa.

     

    La frustración es otro aspecto crucial en la ecuación de la resiliencia. Todos experimentamos frustraciones en diferentes áreas de nuestras vidas, ya sea en el trabajo, en relaciones o en metas personales. La clave está en cómo gestionamos esa frustración. La tolerancia a la frustración es una habilidad valiosa que nos permite mantener la calma y encontrar soluciones constructivas en lugar de caer en la desesperación.

     

    En este sentido, una buena higiene de vida es esencial. Cuando cuidamos nuestro cuerpo y mente mediante una alimentación balanceada, ejercicio regular y un sueño adecuado, estamos fortaleciendo nuestra capacidad para enfrentar desafíos. Por otro lado, incurrir en adicciones o adoptar conductas que generan picos de dopamina puede ser una forma de evadir la realidad momentáneamente, pero a largo plazo debilita nuestra resiliencia.

     

    Ahora, hablemos de estrategias concretas para promover la resiliencia en nuestra vida diaria.

    Desarrollar la autoconciencia: Conocer nuestras fortalezas y debilidades nos permite enfrentar los desafíos de manera más efectiva. La autoconciencia nos ayuda a identificar patrones de pensamiento y comportamiento que podrían obstaculizar nuestra resiliencia.
    Cultivar el pensamiento positivo: Mantener una mentalidad optimista no implica ignorar los problemas, sino abordarlos desde una perspectiva constructiva. Enfocarnos en soluciones en lugar de en los problemas nos permite enfrentar las adversidades con más confianza.
    Establecer metas realistas: Plantear metas alcanzables y dividirlas en pasos más pequeños facilita el proceso y reduce la sensación de abrumamiento. Celebrar los logros, por pequeños que sean, refuerza nuestra resiliencia.
    Desarrollar la red de apoyo: Contar con amigos, familiares o colegas solidarios puede marcar la diferencia cuando enfrentamos desafíos. La resiliencia no es un viaje solitario, y tener un sistema de apoyo puede proporcionar perspectivas únicas y el estímulo necesario.
    Aprender de las experiencias: Cada desafío es una oportunidad para aprender y crecer. Reflexionar sobre las experiencias pasadas, incluso las difíciles, nos brinda la sabiduría necesaria para enfrentar situaciones similares en el futuro.
     

    En conclusión, la resiliencia es una habilidad fundamental para enfrentar los desafíos de la vida y salir fortalecido de ellos. Al entender su relación con la procrastinación, el Mindset, la tolerancia a la frustración y la importancia de llevar una buena higiene de vida, podemos desarrollar estrategias efectivas para fomentarla. Cultivar la resiliencia no solo mejora nuestro bienestar psicológico, sino que también nos permite abrazar la vida con una actitud positiva y proactiva.

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  • 02/01/2024 0 Comentarios
    La soledad: repercusión psicológica y estrategias de afrontamiento

    ¿Cómo afecta la soledad a nuestra salud mental y emocional?

    La soledad va más allá de la simple ausencia de compañía. Psicológicamente, puede convertirse en un desafío. Afecta nuestra salud mental desencadenando ansiedad, depresión y pensamientos negativos sobre uno mismo. ¿Por qué? Porque el cerebro interpreta la soledad como una amenaza, activando respuestas de estrés que, a largo plazo, pueden impactar negativamente en nuestro bienestar.

    ¿Existen consecuencias físicas de la soledad?

    En efecto, puede haberlas. La soledad no solo afecta la mente, también puede influir en la salud física. Problemas de sueño, dificultades de concentración y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares son algunas de las consecuencias físicas. El cuerpo y la mente están conectados, y la soledad prolongada puede debilitar esa conexión.

    ¿Cómo podemos combatir la soledad de manera efectiva?

    La clave está en la acción. No esperes a que la soledad se convierta en un problema crónico. Participar en actividades sociales, unirte a grupos de interés, o simplemente mantener una charla con un amigo son pasos cruciales. Prioriza las relaciones significativas, cuida tu bienestar emocional y busca apoyo cuando lo necesites. Enfrentar la soledad es un acto valiente hacia una vida más plena y saludable.

    ¿Es la soledad una debilidad?

    No. La soledad es una experiencia humana común. Todos la experimentamos en algún momento. Reconocerla y abordarla no es signo de debilidad, sino de autenticidad y autocuidado. Todos anhelamos conexiones humanas, y enfrentar la soledad es un paso valiente hacia una vida más rica y satisfactoria.

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  • 17/12/2023 - Solángel Brijaldo Moreno 0 Comentarios
    Anamnesis: Buscando las piezas del puzzle

    Cuando vas a una consulta psicológica durante la primera o segunda sesión, el profesional de
    psicología reformulará preguntas al consultante con el objetivo de recolectar información que
    le permita ver de una manera más global el problema por el que acude. Suelo ver esta
    recolección de información como piezas de puzzle, las cuales se deben organizar para ver con
    mayor claridad los diferentes aspectos que pueden estar afectando al cliente.
    En algunas situaciones, dependiendo del caso, esta formulación de preguntas se extiende a
    otras personas cercanas al cliente.
    Este conjunto de preguntas se denomina anamnesis, la cual es definida como un proceso de
    exploración clínica, la cual permite la recolección de información relevante a través de
    preguntas que permite identificar las problemáticas actuales, los antecedentes, la información
    biográfica del individuo y los aspectos ambientales, sociales y personales que pueden estar
    afectando, lo que permitirá el planteamiento del problema y el diseño de la intervención.
    La anamnesis se considera como un proceso que se adapta según el caso del solicitante, sin
    embargo, es una herramienta que está formada por unos elementos básicos. En este punto te
    estarás preguntando, ¿qué preguntas se hacen en una anamnesis?
    Primero que todo, el terapeuta preguntará los datos personales del paciente como nombre,
    edad, nivel educativo, profesión. De igual forma es importante tener los datos del cliente como
    el número o móvil, correo electrónico y dirección, en caso de tener que contactar por alguna
    necesidad o urgencia.
    Seguido del motivo de consulta, es un apartado muy corto, donde el cliente explica el
    problema por el cual ha decido ir a consulta (baja autoestima, problemas académicos,
    problemas de estado). Esta pregunta es esencial ya que permite conocer y direccionar las
    preguntas en la sesión y el desarrollo del tratamiento.
    Luego está la historia del problema, esta parte consiste en conocer los síntomas que la
    persona presenta, dentro de este apartado se preguntará sobre los orígenes, cuál fue la
    primera vez que tuvo el problema, en qué circunstancias ocurre, cuando se acentúa, cuando
    desaparece y cuáles fueron los mecanismos que utilizó para resolverlos. De igual forma se
    indaga sobre las posibles causas y el mantenimiento del problema.
    Seguido están los antecedentes personales, se indaga sobre las diferentes áreas que han
    podido afectar el problema al paciente (académico, laboral, social, familiar, pareja, salud), esta
    información permite identificar las áreas que están afectadas y hacernos una idea de cómo
    podemos plantear una intervención. Adicionalmente, es importante indagar sobre los
    antecedentes médicos y psiquiátricos y en el caso de que esté bajo un tratamiento médico, lo
    que permite aportar información sobre la situación del paciente para su intervención.
    En algunos casos es importante preguntar sobre sus antecedentes en el ciclo vital,
    información prenatal, posnatal, infancia, adolescencia y adultez, esta información se va
    modificando dependiendo de la edad del paciente. Esto nos permite conocer la forma como
    socializaba, las pautas de crianza y las relaciones que tenía con sus padres, compañeros de

    estudio y amigos. Permitiendo conocer si han existido posibles causas de problemas o
    traumas.
    Los antecedentes familiares, es un apartado que permite conocer la existencia de patologías
    en familiares que pueden ser heredadas (bipolaridad, esquizofrenia, depresión) o
    enfermedades físicas. También permite indagar sobre la estructura familiar, su interacción las
    relaciones que tiene con cada miembro de la familia.
    Finalmente, se encuentra el apartado de las expectativas del paciente, ya que, en algunos
    casos, el paciente puede llegar con unas expectativas poco acordes a la realidad y puede
    afectar el desarrollo de las sesiones posteriores. Por lo tanto, este permite clarificar hasta qué
    punto su problema puede paliarse, siempre y cuando dejando claro que no se puede asegurar
    y que dependerá de muchos factores y de la colaboración del cliente.
    Por lo tanto, la anamnesis es un procedimiento importante para la recolección de información
    del cliente, que permite tener un panorama general de lo que está sucediendo con la persona
    consultante, puede ser un proceso exhaustivo, de muchas preguntas que pueden cansar al
    cliente, por lo que es importante adaptar el tipo de preguntas según la situación, cada caso es
    único y es importante adaptarse.
    Es importante el establecimiento del rapport y crear un ambiente de confianza para que el
    consultante pueda sentirse cómodo y libre para contar lo que sucede, respetando los tiempos
    y la información que la persona quiere contar.

    Referencias
    Sánchez Escobedo, P. A. (2008). Psicología clínica. México: Editorial El Manual Moderno.
    Rodríguez García, Pedro Luis, & Rodríguez Pupo, Luis. (1999). Principios técnicos para realizar
    la anamnesis en el paciente adulto. Revista Cubana de Medicina General Integral, 15(4), 409-
    414. Recuperado en 20 de octubre de 2023, de
    http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-
    21251999000400011&lng=es&tlng=es.

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  • 16/10/2023 - Miriam Puig Claramunt 0 Comentarios
    El porqué del mindfulness

    Matt Killingsworth demostró en una de sus investigaciones que las personas pasan el 46.9% de su tiempo pensando en algo que no se corresponde con lo que hacen en ese justo momento. Para ello utilizó una aplicación para iPhone en la que sonaba una alarma en intervalos de tiempo aleatorios y en los que había que contestar una serie de preguntas referidas a como se sentían las personas en ese momento, que actividad estaban realizando y si pensaban en algo distinto a lo que hacían.

     

    Este estudio, en el que participaron más de 15.000 personas, muestra que la felicidad correlaciona positivamente con las mentes focalizadas en las tareas que se realizan en ese preciso momento, independientemente del tipo de actividad que se realice. En cambio, cuando nuestra mente está vagando en diferentes cuestiones no relacionadas con el momento que vivimos, conlleva un descenso de felicidad en nosotros.

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  • 27/09/2023 - Solángel Brijaldo Moreno 0 Comentarios
    La triada cognitiva de la depresión

    La depresión es considerada como un estado complejo e incapacitante que se manifiesta en
    diferentes niveles de intensidad y severidad, caracterizándose por una alta reactividad a
    situaciones de la vida cotidiana de la persona. En la depresión interactúan diferentes factores
    biológicos, psicológicos y ambientales.

    Existen diferentes teorías que buscan explicar desde diferentes perspectivas las causas y el
    desarrollo de la depresión. Dentro de las teorías, una de la más conocidas es el modelo cognitivo de la depresión creado por Aaron Beck (1976), el cual considera que los pensamientos negativos juegan un rol importante en el desarrollo de la depresión, afectando la conducta y las emociones del individuo.

    Uno de los conceptos más importantes dentro de la teoría cognitiva que explican el origen
    psicológico y el mantenimiento de la depresión es la triada cognitiva. La cual consiste en la
    existencia de 3 elementos: la visión negativa sobre sí mismo, la interpretación negativa sobre el mundo que lo rodea y la visión negativa del futuro.

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  • 09/08/2023 - Cristian Mantilla 0 Comentarios
    Cómo sacar el máximo provecho a tu terapia psicológica

    Define el objetivo

    Llevar a cabo una psicoterapia es un proceso, es ir hacia delante.

     

    Según la RAE, proceso:

    Del lat. processus.

    1. m. Acción de ir hacia delante.

    Y en ese proceso conviene saber hacia dónde se va.

     

    Cuando uno inicia una terapia psicológica no siempre sabe qué es lo que quiere conseguir con la terapia, generalmente damos el paso de pedir ayuda empujados por algún tipo de sufrimiento.

    Por ello, al menos al principio, cuando el psicólogo pregunta “entonces ¿qué quisieras conseguir con la terapia?”, son habituales las respuestas del tipo:

    - Quiero dejar de sentir estos celos

    - Quiero vivir tranquila, esta ansiedad me está matando

    - Quiero recuperar las ganas de vivir

    - Quiero volver a sentirme yo mismo, no me reconozco, yo antes no era así

     

    Este es un buen comienzo y con la ayuda de la terapia y de tu psicólogo conviene que puedas definir cada vez más qué quieres conseguir.

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  • 02/08/2023 - Cristian Mantilla 0 Comentarios
    ¿Por qué Rapport?

    Somos Rapport Psicología, ¿por qué hemos escogido este nombre para referirnos a nuestro proyecto? En este primer artículo damos respuesta a esta pregunta.

     

    Antes de todo, un poco de contexto:

    En psicología existen distintos modelos teóricos o escuelas de psicoterapia, algo parecido ocurre en el campo de la física, donde coexisten el modelo de Newton y el modelo de Einstein y cada cual es especialmente adecuado para describir ciertos fenómenos.

    De forma parecida, en psicología contamos con distintas corrientes como la teoría psicoanalítica, los modelos humanistas, la terapia breve estratégica, la gestalt, el modelo sistémico o la terapia cognitivo-conductual.

     

    Existe desde hace años un viejo debate de si todas las escuelas de psicología tienen la misma eficacia a la hora de tratar los trastornos mentales. Es cierto que no todas cuentan con la misma cantidad de estudios que avalen su eficacia, como también es cierto que el modelo cognitivo-conductual -por su forma particular de proceder- es el que cuenta con mayor investigación que apoya su eficacia.

     

    Ahora bien ¿significa esto que el resto de modelos no son válidos o son menos válidos?

    Probablemente no.

    Los expertos en el campo de la investigación que tratan de desentrañar los factores que hacen que una psicoterapia sea efectiva distinguen entre dos tipos de factores: factores comunes y factores específicos.

     

    ¿Cuál es la diferencia?

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